31 ene 2014

Formación profesional y empleo

publicado en La Jornada Morelos el 27 de enero de 2014

El concepto de empleo resulta cada vez más reducido e inadecuado para referir a la enorme cantidad de realidades diversas y desiguales que caracterizan el desempeño del trabajo en nuestras sociedades. En efecto, el empleo –tal y como fue concebido a lo largo del siglo xx– tiende a desaparecer. Es cada vez menos generalizable la posibilidad de una relación formal entre empleadores y empleados, protegida por la ley en cuanto a espacios y tiempos de trabajo, actividades a desarrollar y prestaciones sociales, estable a lo largo de la vida. Los grandes debates alrededor del concepto de trabajo en los inicios del siglo xxi orientan a identificar y concebir como “trabajo” a una gran cantidad de actividades de producción y transformación de bienes y servicios de todo tipo, orientadas a la obtención de los ingresos necesarios para la supervivencia y reproducción del individuo y sus familias. Algunas de estas actividades están reguladas y protegidas por ley en el marco de grandes organizaciones; otras, no, y por lo mismo resultan sumamente precarias.
            La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) publicó en 2013 un informe sobre “Formación profesional y empleo”, coordinado por Cleunice Rehem e Irma Briasco (ISBN: 978-84-7666-202-1). Las coordinadoras y María Ibarrola, organizaron el trabajo a partir de una pregunta: ¿cuál es la óptima vinculación entre formación profesional y empleo que contribuya a la inserción laboral y al desarrollo socioeconómico de un país? En las últimas décadas, esta cuestión ha cobrado centralidad para el diseño de las ofertas de educación técnico-profesional (ETP), tanto desde las instituciones formadoras como desde los niveles centrales de definición de políticas. Es indiscutible que las políticas públicas de educación y trabajo encuentran en esa vinculación los elementos fundamentales para la definición adecuada de objetivos, metas, programas, proyectos y actividades que permitan el desarrollo socio-productivo. Ahora bien, dos preguntas anteceden a la pregunta central, según el informe: ¿cuáles son factores a considerar en la búsqueda de esa óptima vinculación entre formación profesional y empleo? y ¿podemos afirmar que una mayor sintonía podría ser capaz de garantizar la efectividad de esas políticas?
            En este informe, Gloria Calvo discute el sentido que reviste actualmente la formación profesional de los jóvenes, en el marco de su inclusión social y económica. Muchos niños y adolescentes dejan el sistema escolar muy temprano, sin los conocimientos ni las capacidades necesarias para la continuación de estudios, la vida cotidiana y el mercado de trabajo. La repetición de grados y la extra edad, junto con un bajo nivel de logros de aprendizajes básicos, son otros serios problemas de los sistemas educativos latinoamericanos que, pese a esfuerzos reiterados, todavía afectan a los sectores más pobres de la población. En cuanto al mercado del trabajo, junto a las transformaciones en su organización y a la introducción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sigue creciendo un sector informal que genera empleos con bajos ingresos, al mismo tiempo que se deterioran las condiciones de trabajo en el sector del empleo formal.
La formación para el trabajo, a partir de programas que busquen certificaciones laborales para los jóvenes que no han ingresado a la educación superior, pero que buscan una cualificación para laborar, necesita, de acuerdo a Calvo, entre otros ajustes: implementación de estrategias para la orientación socio-ocupacional. Existe una falta de discriminación entre las características particulares de los individuos y su orientación hacia determinado programa de formación. Propuestas de esta naturaleza maximizarían su efectividad, si pudieran establecer estrategias para la ubicación y orientación socio-ocupacional de los jóvenes; mayor relación entre la teoría y la práctica. Una de las quejas más frecuentes fue la ausencia de vínculos claros entre estas dos dimensiones del conocimiento. Teoría y práctica tendrían que unificarse durante todo el desarrollo del programa, no solo durante la pasantía; y mayor relación entre el trabajo de la pasantía y la formación recibida. Dados los beneficios recibidos por las empresas en el contexto del programa, valdría la pena solicitarles la asignación de mejores cargos para los pasantes.
            Una importante función de la educación media es contribuir a la exploración, identificación y desarrollo de los diversos intereses y aptitudes de los jóvenes, lo cual es crucial para su futura inserción productiva, señala Calvo. Esta exploración trasciende una asignatura y es más bien, un eje transversal en la cultura escolar. Implica una capacidad analítica e interpretativa sobre las interacciones entre el mundo de la educación y el del trabajo. Corresponde al reconocimiento del trabajo en sus valores instrumental, personal y social. En tal sentido, toda experiencia educativa forma para el trabajo. La cultura del trabajo busca aproximar a los jóvenes al sistema de valores que construye la sociedad. Así, no sólo busca que tengan información sobre el mercado del trabajo, sino que desarrollen habilidades básicas para el ejercicio profesional (competencias comunicativas, trabajo en equipo, solución de problemas, liderazgo), más que para un empleo específico.
            En Morelos, debemos reconocer que la formación para el trabajo es un proceso permanente que articula conocimientos, vivencias y experiencias, y necesitan ser sistematizadas alrededor de un proyecto de formación. La presencia de rutas escalonadas e interconectadas entre la escuela y el trabajo, y su articulación con políticas de desarrollo local, podrá garantizar la movilidad necesaria para que los jóvenes puedan encontrar sentido a su existencia, a través de opciones que tengan en cuenta sus intereses y necesidades, a la vez que les permitan acceder indistintamente a circuitos educativos o laborales.

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