18 feb 2013

Impulsar la responsabilidad social de las empresas.

publicado en La Jornada Morelos el 18 de febrero de 2013.

El desarrollo es un proceso por el que se avanza en tres frentes, propone la Comisión Económica para América Latina (CEPAL): el cambio estructural, la convergencia productiva y la igualdad. El primero implica aumentar el peso que tienen en la estructura productiva los sectores intensivos en conocimiento; el segundo, reducir las brechas tecnológicas, de productividad y de ingresos con las economías en la frontera tecnológica internacional, y el tercero, avanzar en igualdad partiendo de un enfoque de derechos. El progreso técnico, la creación de buenos empleos, la reducción de la desigualdad y la sustentabilidad son dimensiones inseparables en el mundo en que vivimos.

            Álvaro Calderón, de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la CEPAL, estuvo a cargo de la coordinación del documento titulado “La Unión Europea y América Latina y el Caribe: Inversiones para el crecimiento, la inclusión social y la sostenibilidad ambiental” (LC/L.3535/Rev. 1, Enero de 2013, © Naciones Unidas • Impreso en Santiago de Chile). Este documento ofrece una perspectiva amplia e informada de las principales dimensiones del desarrollo de los países de ambas regiones. Establece que la inversión es una variable clave que vincula el crecimiento económico, la inclusión social y la sustentabilidad ambiental con miras a lograr un desarrollo orientado al cambio estructural para reducir la desigualdad. Además, es el mecanismo para avanzar hacia una estructura productiva más intensiva en conocimiento, mayor productividad y alta capacidad de generación de empleos. Más aun, es el elemento decisivo para la incorporación de la revolución tecnológica en curso, que abre oportunidades no sólo para grandes saltos de productividad y competitividad, sino también para la creación de empleos de calidad y la generación de condiciones favorables a la sustentabilidad.

            La inversión también vincula el corto y el largo plazo, señala el documento. Es el eslabón que materializa los encadenamientos productivos y tecnológicos que se traducen en crecimiento. Una débil respuesta de la inversión a los ciclos económicos expansivos y su notable descenso en las fases de contracción explican la extrema lentitud del cambio estructural y el escaso efecto de arrastre que ha tenido para el resto de la economía. Los factores económicos y del entorno son los determinantes últimos de la inversión, pero la responsabilidad social empresarial juega un papel más allá de las fuerzas del mercado. La creación de empleos, el aumento de la inclusión social y la sustentabilidad ambiental son resultados de fuerzas económicas y de voluntades y compromisos políticos.

            El paradigma tecnológico y productivo predominante está experimentando cambios de tal magnitud que han sido calificados como una nueva revolución tecnológica, apunta el documento. La convergencia de innovaciones en materia de tecnología digital está transformando distintos ámbitos del diario vivir. Estos avances han modificado los procesos de fabricación, gestión, comercialización y distribución de productos, e impulsado nuevos modelos de negocios basados en internet, lo que no sólo cambiará el modo, sino también el lugar de producción, y redefinirá la estructura y dinámica productiva global. Se está rediseñando el mapa productivo mundial y, posiblemente, la revolución tecnológica dará lugar al retorno de actividades y sectores productivos —incluso algunos hoy intensivos en mano de obra— a los países más avanzados, con el consiguiente impacto en el empleo en regiones como América Latina y el Caribe.

            La nueva trayectoria de desarrollo apunta, según el documento, a utilizar tecnologías limpias, resultantes de la combinación de distintos avances en el reciclaje y el tratamiento de aguas y gases; la generación de electricidad a partir de fuentes energéticas renovables (eólica, solar e hidráulica) y celdas de hidrógeno; los combustibles derivados de la biotecnología; las redes inteligentes de control en sistemas urbanos y redes eléctricas, y el aumento de la eficiencia energética de gran número de máquinas, como los automóviles.

            A partir de las reformas de mercado predominó la convicción de que la inversión extranjera directa (IED) era un factor propulsor del desarrollo que automáticamente tenía efectos positivos en las economías receptoras, indica el documento. De acuerdo con esta visión, se destacaba la función de la IED como complemento del ahorro interno y fuente de nuevos aportes de capital y de beneficios en materia de transferencias de tecnología y de derrames de productividad. Asimismo, se otorgaba prioridad al monto más que a la calidad, lo que llevó a los países a tratar de maximizar los ingresos de IED provenientes de las empresas transnacionales, principales impulsoras del fenómeno. Sin embargo, si la IED se orienta a aprovechar el tamaño y dinamismo de mercados locales o subregionales, entonces se da lugar a la creación de encadenamientos productivos y al desarrollo del empresariado local.

La inversión debe enfocarse hacia la creación de nueva capacidad productiva, particularmente en actividades intensivas en conocimiento, tecnología e innovación.

            Las pequeñas y medianas empresas son un camino importante para la inclusión social, reconoce el documento. Una mayor inserción internacional debe contribuir a la generación de empleo y al incremento de los ingresos, además de brindar la posibilidad de alcanzar mayores niveles de productividad e innovación tecnológica. Los procesos continuos de ampliación de capacidades productivas son imprescindibles para que un país mantenga un desarrollo sostenido, reduzca la pobreza y la desigualdad social y mejore el bienestar colectivo.

            En Morelos, es necesario articular las diferentes dimensiones de la política económica para generar sinergias entre las dinámicas de corto y de largo plazo. Para la competitividad de las empresas es cada vez más importante un enfoque estratégico sobre la responsabilidad social empresarial. De hecho, el compromiso con los actores interesados, internos y externos, permite a las empresas anticipar y aprovechar mejor expectativas sociales y condiciones de funcionamiento que cambian rápidamente, generando oportunidades de crecimiento. Así, las empresas pueden conquistar una confianza duradera de los trabajadores, los consumidores y los ciudadanos que sirva de base para modelos empresariales duraderos.

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