29 abr 2012

Inversión en energías limpias al 2020

publicado en La Jornada Morelos el 29 de abril de 2012

La transición a la producción y consumo de energías que contaminen menos el ambiente es indispensable, no sólo por motivos de preservación de ecosistemas sino por aspectos económicos y sociales. Se entiende como energías limpias tanto a las convencionales que se produzcan y usen sin afectar el ambiente como a las energías renovables. La producción de petróleo, gas natural y carbón será con el tiempo más compleja tecnológicamente y su costo aumentará. Asimismo, su transformación a combustibles y electricidad deberá contar con sistemas que aseguren la no emisión de gases de efecto invernadero, que protejan la salud humana y sostengan el desarrollo social. Esta transición es económicamente viable y representa una gran oportunidad de negocios, aunque significa un enorme reto financiero.
            La Agencia Internacional de Energía (AIE) publicó este mes un avance de su reporte “Seguimiento del Progreso en Energías Limpias” (Tracking Clean Energy Progress, Energy Technology Perspectives 2012 excerpt,  OECD/IEA, 2012). Bo Diczfalusy, Markus, Antonia Gawel, Cecilia Tam y Kevin Breen fueron personas claves para su elaboración. La AIE propuso un escenario mundial en el que la temperatura del planeta no subiría más de 2 grados centígrados por el Cambio Climático, llamado 2DS. Este reporte señala que la transición energética para alcanzar el escenario 2DS es técnicamente posible, si los gobiernos emprenden ya políticas públicas adecuadas y una diversidad de tecnologías energéticas limpias son desarrolladas y puestas en operación a nivel mundial. Las preguntas claves son: ¿se están instalando tecnologías limpias con la suficiente rapidez? y  ¿están las tecnologías emergentes avanzando lo suficiente para tener un rol importante en la mezcla energética futura?
            El reporte señala que pocas tecnologías energéticas limpias están en la actualidad en el camino de alcanzar el escenario 2DS. Durante la última década, sólo han reducido costos y han crecido las instalaciones de sistemas eólicos en tierra (27 por ciento anual) y de sistemas fotovoltaicos (42 por ciento anual). Otras tecnologías con potencial de reducir el consumo de energía y las emisiones de CO2 están avanzando muy lentamente; por ejemplo, los sistemas de captura y almacenamiento de carbón no alcanzan la reducción necesaria en sus costos, la mitad de las plantas de generación de electricidad a base de carbón que se están instalando tiene eficiencias tecnológicas muy bajas, la eficiencia de los vehículos de combustión interna no aumenta significativamente y no hay logros importantes en el incremento de la eficiencia energética en los equipos utilizados en las edificaciones y las industrias.
            Para el año 2020, el reporte estima que será necesario invertir a nivel mundial 24 billones de dólares (24 millones de millones de dólares) en generación de electricidad, transporte, edificaciones y el sector industrial dentro del crecimiento económico establecido en el escenario 2DS. El mayor porcentaje corresponde al transporte con el 34 por ciento de la inversión total, equivalente a más de 8 billones de dólares. También, proyectan habrá 1700 millones de nuevos vehículos en circulación. La inversión en edificaciones alcanzará los 6 billones de dólares, de los cuáles la mitad será en el reacondicionamiento de edificaciones en la región de la OCDE. En el sector eléctrico se estima una inversión de 6.4 billones de dólares, de los cuales el 30 por ciento será realizado por China, igual a la inversión combinada de los Estados Unidos y Europa.
            Si se alcanzaran los objetivos establecidos en el escenario 2DS en el 2020, a nivel mundial las emisiones de CO2 se reducirían por más de 5000 millones de toneladas, lo que equivaldría a no haber quemado 7700 millones de toneladas de petróleo, indica el reporte. Asimismo, la inversión adicional necesaria durante este periodo para alcanzar los objetivos 2DS sería de 5 billones de dólares y, al mismo tiempo, se ahorrarían 4 billones de dólares por reducir el consumo de hidrocarburos. Entonces, el costo neto de la transición a energías limpias sería de 1 billón de dólares al año 2020, equivalente al 4 por ciento de la inversión convencional.
            Una variedad de mecanismos financieros, tanto públicos como privados, han sido identificados en el reporte para asegurar esta transición energética. Las finanzas públicas deben ser el sustento para desarrollar proyectos que sean susceptibles de apoyo por inversionistas privados en estos nuevos mercados energéticos; en particular, para construir la capacidad tecnológica de los países. Las asociaciones públicas y privadas deben ser fomentadas desde el inicio, ya que son éstas las que pueden demostrar la viabilidad tecnológica y abrir nuevos mercados. Algunos de estos mecanismos financieros son: fondos de deuda, garantía gubernamental de deuda, créditos para exportación, seguros de riesgo y bonos verdes gubernamentales.
            En Morelos, la puesta en marcha de proyectos en el área de energías limpias debe iniciar con un cuidadoso análisis de los riesgos económicos y financieros involucrados. Una variedad de riesgos siempre son  evaluados por los inversionistas y deben considerar los de mercados y los regulatorios, antes y durante la construcción de las obras. Los inversionistas buscan situaciones donde los riesgos puedan ser entendidos, administrados y anticipados. Debemos establecer políticas públicas que consideren tanto los riesgos en las inversiones como las barreras de los mercados para crear ambientes propicios a la inversión privada.

23 abr 2012

Ciencia y Sociedad para el Siglo XXI

publicado en La Jornada Morelos el 23 de abril de 2012

La ciencia ha demostrado ser un importante motor para el desarrollo económico de las sociedades. Sin embargo, los avances más importantes han requerido de la participación social, no sólo la de los científicos e ingenieros. Se ha establecido que la gran diferencia entre los países desarrollados y las naciones en desarrollo reside en que en estas últimas los científicos han trabajado por más tiempo sólo en su torre de marfil. Las medidas políticas tomadas en favor de la promoción de la ciencia y la tecnología en los países latinoamericanos se asemejan más a ejemplos de filantropía que a auténticas políticas científicas, pues existe una incipiente demanda real, política, económica o social, sobre sus posibles aplicaciones. Es sólo reciente que existe un conocimiento de las potencialidades de la ciencia y de la ciencia misma por parte del resto de la sociedad.
            Noemí Sanz Merino y José Antonio López Cerezo publicaron el artículo titulado “Cultura científica para la educación del siglo XXI” en la Revista Iberoamericana de Educación, de la Organización de Estados Iberoamericanos, Número 58 Enero-Abril, 2012, donde abordan la cuestión de cómo entender la cultura científica si queremos desarrollar un tipo de educación científica que sea socialmente provechosa en la presente sociedad del conocimiento.
            La ciencia moderna se consagró como un motor fundamental para el progreso económico y social desde la Segunda Guerra Mundial, señalan los autores. Desde entonces, la apropiación social de más conocimientos científicos e ingenieriles se consideró oficialmente conveniente, e incluso necesaria, junto al resto de medidas generales de promoción de la ciencia y la tecnología en los países más avanzados. En la transición hacia la sociedad del conocimiento los ciudadanos se encuentran ante circunstancias y escenarios de acción que, efectivamente, son social y tecnológicamente muy complejos y que, por ello, a menudo obligan a tomar decisiones incluso arriesgadas en lo individual, indican los autores. Son las circunstancias científico-tecnológicas de nuestra sociedad actual las que, más allá de respaldar su habitual conveniencia social como recurso de progreso, parecen justificar la idoneidad de establecer a la cultura científica popular como condición necesaria para una toma de decisiones que se puedan considerar razonablemente adecuadas.
Para la mayoría de los especialistas, según los autores, el enfoque ciencia-tecnología-sociedad (cts) en educación propone añadir a este sentido de capacitación científico-tecnológica otros conocimientos y destrezas asociados a información y valores que estén en relación directa con otras necesidades personales de los alumnos y alumnas. Es decir, una educación cts debería, por ejemplo, y entre otras cosas: incluir conceptos científicos y habilidades procedimentales que sean útiles en sus vidas cotidianas, también en tanto que les permitan tomar decisiones como ciudadanos; centrarse en aspectos sociales locales (en cuestiones y problemáticas familiares, escolares o comunitarios); atender asimismo a problemas globales, a los asuntos que conciernen a todo el planeta, como son los medioambientales o los relacionados con los límites del crecimiento industrial, en general; y dar a conocer la naturaleza y el alcance de una amplia variedad de ciencias e ingenierías, en tanto que ello despierte las aptitudes de los estudiantes o llame su interés hacia distintas carreras científico-tecnológicas actuales.
            La situación iberoamericana es un claro ejemplo de por qué la cultura científica es todavía hoy un tema político de primera magnitud en el incremento de la riqueza cultural y material de ciertas naciones, establecen los autores. Casi todos compartimos aún la necesidad de llevar la ciencia a las instituciones, a las empresas y a los ciudadanos. En este sentido, mejorar las políticas y el sistema productivo, incentivar vocaciones científicas en los jóvenes, elevar la cultura científica de los ciudadanos, e incrementar la valoración y apoyo públicos de la ciencia, entre otros, son algunas medidas que han de ser implementadas. Con tal objetivo, los autores plantean: los ciudadanos necesitan disponer tanto de información científica como de otros conocimientos que les posibiliten hacer uso de los mejores elementos de juicio posibles en tanto consumidores, padres, empresarios o trabajadores; generar con éxito ese tipo de cultura científica en la ciudadanía es un proceso mucho más complejo que una simple cuestión de alcanzar cierto nivel de competencia, medible mediante cuestionarios tipo test. Se trata, más bien, de implementar acciones que tengan en cuenta que el sujeto del proceso de aprendizaje integra los elementos intelectuales adquiridos en un sistema propio de creencias y actitudes, entre los que tienen también una gran relevancia otros factores cognitivos y psicológicos, y respecto de los cuales, además, el involucrarse personalmente adquiere una importante influencia, y una cultura científica que se precie de responder a los anteriores requisitos ha de concebirse entonces, e igualmente, como una forma de cultura crítica y responsable. Es decir, tiene que incluir información no sólo acerca de los beneficios potenciales de la ciencia sino también de sus incertidumbres, de sus riesgos y de los interrogantes éticos que pueda plantear. De la misma forma, la cultura científica popular debe ser un elemento cultural potenciador en los individuos de este tipo de cuestionamientos y de una actuación social en consecuencia.
            En Morelos, debemos trabajar para reconocer que ni el contenido ni el significado de cultura científica pueden simplemente restringirse a un conjunto de saberes científicos y destrezas tecnológicas, sino que su significado está vinculado a su potencial para generar opiniones, decisiones y acciones ciudadanas igualmente justificadas y motivadas por consideraciones sociales y humanísticas. Apropiémonos de la misión propuesta por los autores: formar ciudadanos que tengan conocimiento del papel y dimensiones sociales de la ciencia y la tecnología, capacitándolos para actuar en su vida diaria, así como motivándolos para involucrarse en los debates sociales y políticos sobre estos temas.

16 abr 2012

Energía Sustentable para Todos en el 2030

publicado en la Jornada Morelos el 16 de abril de 2012

La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró, el año pasado, al 2012 como el Año Internacional de la Energía Sustentable para Todos, con la finalidad de que los esfuerzos del sistema ONU se enfocaran hacia asegurar el acceso de energía para todos los seres humanos y proteger el ambiente a través del uso sustentable de fuentes de energía tradicional, de tecnologías limpias y de nuevas fuentes de energía. A los energéticos primarios los diferenciamos por el tipo de fuente de energía, ya sea no renovable (cuando la tasa de producción del energético es mucho menor que su tasa de consumo; por ejemplo, petróleo o carbón) o renovable (cuando la tasa de producción del energético es mayor que su tasa de consumo; por ejemplo, solar, eólica o biomasa). Ahora, cada vez más, se analiza no la forma en que producimos el energético, si no la forma en que los consumimos. Ésta debe ser sustentable, es decir, acorde con las condiciones ambientales, sociales, económicas e institucionales de los usuarios, tanto los de hoy como los del futuro.
            Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, presentó la Iniciativa de Energía Sustentable para Todos en noviembre de 2011. Declaró que el mundo se enfrenta hoy a dos retos, urgentes e interconectados, relacionados con la disponibilidad o no de servicios energéticos modernos. Por un lado, uno de cada cinco habitantes del mundo vive sin acceso a electricidad y a las oportunidades que provee para trabajar, aprender o divertirse y, también, casi 3 mil millones de personas usan leña, carbón vegetal o heces de animales para cocinar y calentar sus casas, exponiéndose a humos perjudiciales que matan a cerca de 2 millones de personas al año. Por otro lado, cuando se tiene acceso a servicios energéticos modernos el reto es controlar las emisiones de gases de efecto invernadero que están causando el Cambio Climático.
            Nos recuerda Ban Ki-moon que la Agencia Internacional de Energía publicó en octubre de 2011 un reporte en el que, entre otros temas, establece que se necesitaría una inversión de 48 mil millones de dólares por año para proveer acceso universal de energía en el 2030. Esta cifra corresponde sólo al 3 por ciento de la inversión total, en 2009, de energía a nivel global. Considera que alcanzar el objetivo de proveer a todos con energía sustentable en el 2030 está ligado a las siguientes 3 metas: asegurar el acceso universal a servicios de energía modernos, duplicar el porcentaje en el uso eficiente de energía en el mundo y duplicar la participación de las energías renovables en la mezcla energética global. Alcanzarlas significaría maximizar los beneficios del desarrollo y ayudar a estabilizar el Cambio Climático en el largo plazo.
            Las iniciativas de la ONU tienen, en general, la dificultad de transformar la declaración en acciones prácticas. Emma Wilson, del Instituto Internacional del Ambiente y el Desarrollo, este 29 de marzo, escribió un artículo titulado “Equidad Energética: ¿puede hacer alguna diferencia la Iniciativa de la ONU sobre Energía Sustentable para Todos?” (Energy equity: can the UN Sustainable Energy for All initiative make a difference? 29 March 2012, International Institute for Environment and Development) cuyo objetivo fue presentar una visión general de esta problemática a nivel mundial y señalar acciones específicas.
            La Iniciativa sí puede hacer un cambio positivo a nivel mundial si se unen las compañías, los gobiernos, la sociedad civil y la academia, señala la autora. En particular, propone cuatro estrategias:
            Priorizar el acceso de los energéticos a los más pobres. Enfocarse a reducir la pobreza al proveer servicios energéticos a las personas. En este caso, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no debe comprometer esta meta, ya que abastecer redes eléctricas con energía fósil para los más pobres sólo aumentaría 1.6 por ciento las emisiones globales;
            Medir el éxito de la Iniciativa en términos de los beneficios alcanzados. Los programas de acceso a la energía necesitan estar integrados a las políticas públicas de desarrollo. No debemos medir su éxito por el número de focos prendidos o la cantidad de estufas eficientes entregadas, si no por acciones concretas para  mejorar la educación, la salud o la calidad de vida;
            Apoyar el uso sustentable de recursos locales. Éstos son críticos en el contexto de extrema pobreza donde puede no haber otra alternativa. La instalación de sistemas eficientes que aprovechen la biomasa local de manera sustentable debe ser una actividad prioritaria. El uso de la energía solar tiende a estar subvaluado por diversos motivos pero debe ser seriamente considerado, y
            Promover la participación efectiva de la comunidad en la planeación y la toma de decisiones. Un reto principal es el diseño, la puesta en marcha y operación de sistemas comunitarios en energía, alimentos, agua y desechos, donde además se debe impulsar la gestión democrática sobre los recursos.
            En Morelos debemos hacer realidad la Iniciativa de Energía Sustentable para Todos y es posible hacerlo antes del 2030: falta muy poco para tener acceso universal a la electricidad, la incorporación de tecnologías limpias y eficientes en nuestras industrias siempre tiene beneficios económicos y debemos encontrar mecanismos de financiamiento para aprovechar nuestra abundante energía solar con sistemas diseñados localmente que tienen viabilidad económica.

9 abr 2012

Habilidades del Siglo XXI

publicado en la Jornada Morelos el 9 de abril de 2012
Las sociedades del mundo han pasado por las eras nómada, agrícola e industrial. Algunas están en la era de la informática y otras ya en la del conocimiento. Se debate sobre cuales serán los mejores modelos educativos en el Siglo XXI. Algunos educadores están impulsando el modelo de capacidades para, supuestamente, incorporar mejor a los estudiantes a los mercados de trabajo. Lo que muchas veces se les olvida es preguntarse es a qué mercados: el de la industria y el comercio del presente o a los que existirán dentro de veinte años.
            El Consejo Nacional de Investigación, de los Estados Unidos, (NRC, por sus siglas en inglés) ha conducido una serie de actividades para analizar el tema de las habilidades necesarias en el futuro en la educación de hoy. La más reciente fue un taller, cuyas conclusiones fueron publicadas por Judith Anderson Koenig, sobre “La evaluación de las Habilidades del Siglo XXI”. (National Research Council. (2011). Assessing 21st Century Skills: Summary of a Workshop. J.A. Koenig, Rapporteur. Committee on the Assessment of 21st Century Skills. Board on Testing and Assessment, Division of Behavioral and Social Sciences and Education. Washington, DC: The National Academies Press. Copyright © National Academy of Sciences). Los participantes recogieron dos preguntas elaboradas con anterioridad en sendos talleres del NRC. En 2005, analizaron: ¿Existe un conjunto de evidencias que apuntale una taxonomía de habilidades del Siglo XXI que estén ligadas al bienestar de los individuos y de la sociedad? En 2007, abordaron: ¿tenemos evidencia de modelos efectivos para enseñar las habilidades del Siglo XXI por medio de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas? Estos dos talleres identificaron y definieron un conjunto de cinco amplias habilidades para el Siglo XXI: adaptabilidad, comunicación compleja y habilidades sociales, solución de problemas no rutinarios, autogestión y autodesarrollo, y pensamiento sistémico.
En 2010 tuvo lugar un tercer taller, diseñado para contestar las siguientes preguntas: ¿Cómo pueden ser evaluadas las habilidades del Siglo XXI?, ¿qué evaluaciones de estas habilidades están ahora disponibles y qué tan bien lo hacen?, ¿qué necesita ser desarrollado para tener más evaluaciones de estas habilidades? y ¿cómo debemos utilizar los resultados de estas evaluaciones? Los participantes estuvieron de acuerdo en que los estudiantes deben tener habilidades para pensar críticamente, resolver problemas, interactuar efectivamente con otros, y conducir su propio aprendizaje, sus emociones y su desarrollo; no sería apropiado para el alumno y la sociedad sólo enfocar a la escuela en aspectos académicos. Es más, la enseñanza y la evaluación de las habilidades del Siglo XXI deben estar integradas a los conocimientos académicos. Pero, ¿sabemos cómo evaluar estas habilidades? La respuesta depende del tipo de habilidades. Si son habilidades cognoscitivas, la respuesta es sí. Sabemos como desarrollar evaluaciones que requieren del estudiante aplicar su conocimiento para evaluar evidencia y realizar tareas que requieran otro pensamiento crítico y razonamiento analítico. Si son habilidades interpersonales e intrapersonales la respuesta no es tan directa, depende del propósito y uso de la propia evaluación.
            Un tema de enorme relevancia, según los participantes de este taller, es el grado de validez y de fidelidad de este tipo de evaluaciones; es decir, ¿estas evaluaciones dan resultados precisos que soportan las inferencias que se pretenden? Con relación al conjunto cognoscitivo, como pensamiento crítico y solución de problemas, se considera que se tiene un buen entendimiento de estos constructos (construcciones teóricas para resolver problemas específicos)  cuando están considerados desde una perspectiva de un dominio específico; tales como, problemas de física o de psicología cuando son evaluados en los exámenes de PISA. El problema surge con dominios generales como entender la Ley de los Números Grandes y tratar de que los alumnos la apliquen. Con relación a las habilidades interpersonales es muy difícil diseñar evaluaciones para conocer a una persona en el contexto de una interacción específica y determinar la forma más apropiada de responder, ya que se involucran una mezcla de factores como actitudes, comportamiento y conocimientos. Existen básicamente dos procesos de evaluación para estas habilidades: Experiencias basadas en escenarios, donde los alumnos son introducidos a un problema a través de mecanismos de la vida real, y en experiencias basadas en portafolios, donde los alumnos conocen de las experiencias vividas por otros alumnos y cómo aplicaron sus conocimientos en un contexto específico. Con relación a las habilidades intrapersonales, su evaluación también presenta un mayor grado de dificultad por la complejidad del proceso involucrado, ya que se consideran la autodisciplina, retraso de satisfactores, manejo de distractores y autorregulación, y hay que considerar también si estas habilidades pueden estar separadas de la propia personalidad.
En Morelos, se podrían ya analizar las siguientes preguntas para considerar las habilidades del Siglo XXI: ¿cómo serían los sistemas de evaluación pertinentes? y ¿cómo se podrían implantar? Tal vez, se deberían incorporar los constructos específicos en el currículo académico para que su enseñanza sea parte del programa educativo.

2 abr 2012

Agua en México al 2030

publicado en La Jornada Morelos el 2 de abril de 2012


México y el mundo atraviesan varias crisis simultáneamente: económica, financiera, energética, alimentaria, hídrica y de valores sociales. Todas ellas están ligadas y sólo se podrán resolver al considerarlas de manera integral. Uno de los elementos más importantes que cruza horizontalmente a todas ellas es la investigación, desarrollo tecnológico e innovación (I+DT+i). Sin invertir en I+DT+i en cada una de estas áreas y sin establecer mecanismos institucionales para integrarlos en programas de desarrollo no será factible avanzar de manera eficiente y coherente en la solución de este problema multidimensional.
            Con relación a la crisis hídrica y su necesaria relación con la I+DT+i en el corto, mediano y largo plazos, el Instituto Mexicano de la Tecnología del Agua, la Comisión Nacional del Agua y la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales publicaron, en marzo de 2012, el reporte “Programa de Investigación y Desarrollo Tecnológico del Agua Horizonte 2030. Propuesta para discusión”. Analizan cómo pueden la ciencia y la tecnología, y sus productos (conocimiento e innovación) contribuir a la construcción de un futuro deseable para México en el marco de una visión de largo plazo en el sector agua.
            El reporte establece que las fuerzas dominantes en la crisis del agua son el incremento y la concentración de la población y,  entre otros factores menos relevantes, el aumento de sus necesidades debido al desarrollo económico y las nuevas condiciones de clima extremo que el cambio climático está ocasionando, y que serán más complejas con el devenir del tiempo. No es posible alterar significativamente la disponibilidad natural de agua ni su variabilidad y, desde luego, es un propósito deseable que las condiciones económicas mejoren y puede esperarse, por tanto, que la demanda de servicios de la población se incremente. Lo que se puede cambiar es el conocimiento y la tecnología aplicados a la solución de estos problemas, el flujo de capitales y las prioridades en el financiamiento, y la forma en que se gestiona el agua. Estos son los factores a atender, y están interrelacionados. Esta crisis multidimensional es también sistémica, sobre todo en lo que respecta a los recursos naturales, cuyos límites están cerca de alcanzarse o, en algunas regiones, se han alcanzado ya. Por lo tanto, las soluciones a futuro no se pueden lograr si se continúa usando el modelo actual aún con las mejoras necesarias.
México tiene, señala el reporte, del orden del 70 por ciento de su territorio ubicado en zonas áridas o semiáridas, y ha experimentado un importante crecimiento de la demanda de agua, originado tanto por su crecimiento demográfico como por su desarrollo económico. La disponibilidad del agua registra importantes variaciones regionales. El 77 por ciento de la población nacional se concentra en regiones donde se cuenta solo con el 31 por ciento de la disponibilidad natural de agua; en contraste, el sur menos poblado reúne el 69 por ciento de los recursos hídricos. La disponibilidad de líquido se ha reducido de 18 mil metros cúbicos por habitante por año en 1950 a sólo 4 mil 422 en 2010. Las proyecciones indican que para el año 2030 la disponibilidad media de agua se reducirá a 3,705 m3 por habitante por año. En tanto, 101 de los 653 acuíferos del país registran condiciones de sobre explotación, mientras que gran parte del agua superficial presenta algún grado de contaminación.
            El principal reto en materia de salud relacionado con el agua, según el reporte, es lograr la cobertura universal, con calidad, de los servicios de agua potable y saneamiento. La cobertura actual de agua potable es de 91.1 por ciento, la de alcantarillado de 87.3 por ciento y se trata alrededor del 42 por ciento de las aguas colectadas en el drenaje urbano. Esto significa que alrededor de 10 millones de personas no tienen acceso a agua potable, la mayoría en las zonas rurales, y aproximadamente 14 millones no tienen acceso a alcantarillado. Es decir, que del agua extraída de las fuentes de abastecimiento se pierde el 41.4 por ciento, y se pierde o no se cobra el 59.13 por ciento.
            Las condiciones actuales de la crisis alimentaria mundial son ocasionadas tanto por fenómenos meteorológicos extremos, como por los altos precios de los alimentos, y centra la atención en la agricultura de riego, que representa la única posibilidad de incrementar la producción de estos bienes esenciales, describe el reporte. Considerando solamente la tasa prevista de crecimiento de la población, se estima que hacia el año 2050 se requerirá producir 30% más de alimentos, con una menor cantidad de agua –pues ésta se requerirá para usos urbanos e industriales de mayor valor agregado - y, probablemente, en México con menos superficie disponible debido al crecimiento urbano y la salinización de suelos. El clima y el ciclo hidrológico están estrechamente vinculados, de tal suerte que el incremento de temperatura esperado en los escenarios más probables de cambio climático tendrá un impacto importante en la disponibilidad de los recursos hídricos del mundo en general y de México en particular. Por otra parte, se esperan lluvias más intensas y eventos extremos, que incrementarán la vulnerabilidad de algunas cuencas del sureste que ya registran problemas de inundaciones.
            El subsistema de innovación en materia de agua, conformado por centros de investigación, universidades, empresas y autoridades gubernamentales, no dispone de los recursos económicos, institucionales y humanos necesarios para la atención plena de los retos del agua en México, indica el reporte. El diseño y ejecución de la política hídrica debe basarse en rigurosos criterios científicos y técnicos para poder enfrentar la grave problemática del agua. Una política hídrica integral, con visión transversal, articulada con los actores locales y basada en el conocimiento sólidos, debe alinear la oferta tecnológica con la demanda y los problemas reales.
            En Morelos está localizado el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, uno de los centros públicos de investigación más prestigiados a nivel nacional e internacional. Este instituto debe ser pieza fundamental para integrar los esfuerzos estatales con relación a resolver nuestros problemas hídricos de largo plazo, en el marco de una alianza entre el gobierno, las empresas, los centros de I+DT+i, y la sociedad.